A la mayoría de personas adultas les resulta difícil convivir con jóvenes, mucho más cuando las diferencias de edad son significativas.
Los jóvenes se burlan de los adultos como si su juventud fuera eterna, se niegan a escuchar lo que dicen los adultos, desestimando sus comentarios o simplemente llevando la contraria.
Por otro lado, algunos adultos también se niegan a escuchar a los jóvenes, desestimando sus comentarios y formas de pensar.
El adulto por lo general se considera más sabio que el joven y cree que por tal razón debe ser respetado.
El joven que respeta y escucha lo que dicen los adultos lleva una gran ventaja sobre los demás porque puede aprender por medio de la experiencia de otro. Así mismo, el adulto que respeta y escucha lo que dicen los jóvenes tiene la oportunidad de obtener nueva información y actualizarse. El joven tiene un contexto totalmente diferente al que tuvo el adulto, por lo tanto, el adulto también puede aprender del joven.
He sido testigo de jefes y maestros que con la intención de darse a respetar intimidan o humillan a los jóvenes, pero lo cierto es que esta clase de “adultos” muestran más inmadurez y temor que los jóvenes a quienes abusan. El respeto no se gana de esta forma, ni tampoco ayuda para que los jóvenes sean responsables.
Para enseñar a los jóvenes a ser responsables es necesario el ejemplo de los adultos y dejar que asuman las consecuencias de sus actos.
Los jóvenes son más analíticos y prácticos de lo que muchos adultos creen, quizá porque aún no están contaminados con las formalidades y exigencias sociales. La pasión y emoción que tienen por la vida son dos características que los adultos jamás deberíamos olvidar.
Los jóvenes deben saber que la juventud es corta y la vejez es larga, los adultos deben de saber que la experiencia se construye por la propia percepción, por lo tanto, abramos nuestros oídos y mente, escuchemos otras percepciones, podríamos sorprendernos y continuar aprendiendo…
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